Nacimiento de San Juan Bautista
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis
meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro
Redentor, Jesús).
El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente
manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba casado
con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo ya viejos,
un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de pie a la
derecha del altar.
Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías;
pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo,
que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa
que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu
Santo, y convertirá a muchos para Dios".
Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es
verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?".
El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de
quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado
crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo
esto se cumpla".
Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen
comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia
del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en
aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento,
el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de
recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en
el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu
profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de
mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó
a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo.
¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas
las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y permaneció la Virgen
en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan.
De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y
huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el
contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud
dedicado nada más a la penitencia y a la oración.
Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que
la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y
principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de
Dios.
Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán,
conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.
Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el
Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien
vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".
Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles:
Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos por
padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer de estas
piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la raíz de los
árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al
fuego".
Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y
contestaba: "El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga
ninguna; y el que tenga alimentos que haga lo mismo"…
"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero
el que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni
siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros en
el Espíritu Santo…"
Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y
enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó
claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo
bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en
medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de
venir después de mí…"
Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser
bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por
Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer
esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia".
Entonces Juan condescendió con El.
Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras
hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba
en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del
cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis
complacencias".
Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo
a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón, que
se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".
Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de
paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el
Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu
Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de
Dios".
Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció
de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó
diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu
hermano"; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.
Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán
para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era
hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por
lo que le decía.
Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo
de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la
despidiera siguiendo el consejo de Juan.
Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en
defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.
Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían
dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en la
fe.
Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista
nos ha enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o
esperamos a otro".
En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo:
"Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los
cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les
anuncia el Evangelio…"
Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué
salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué
salisteis a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que
un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi
mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo: Entre
los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista…"
Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a
muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de
Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los
invitados y principalmente al propio Herodes.
Entonces el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo
daré, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La
adúltera, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le
contestó: "Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró
de nuevo y en seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una
bandeja la cabeza de Juan el Bautista".
Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque
temía matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y,
llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y
le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había
solicitado.
Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como
tú.
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